Mucho se ha escrito y hablado en las últimas semanas y meses sobre lo que depara el futuro para la industria del turismo.

Que si las máscaras llegaron para quedarse, que si la ocupación de los vuelos será menor, que si los hoteles higinizarán más los controles remoto, que si los salones VIP de los aeropuertos valen la pena, y un sin fin de especulaciones rondan los medios y blogs por estas horas.

Mientras aún somos testigos del impacto negativo que ha tenido la pandemia en muchísimas empresas de la industria (aerolineas, agencias, aeropuertos, etc), y también en ciudades enteras que viven del turismo; la reapertura en ciertas regiones del mundo nos hace preguntarnos si esta crisis fue tan sólo algo pasajero o una contracción que vino para quedarse.

Y mientras me planteaba esta cuestión para comenzar a escribir este post, recordé esa famosa frase que surgió a fines del 2008 después de la crisis financiera de los bancos en la cual se decía que el sistema era «Too Big to Fail» (o traducido al español: demasiado grande como para quebrar).

En aquellos tiempos previos al boom de las redes sociales, el American Dream era el sueño de tener la casa propia.

Fue ese deseo sumado a la avaricia de los bancos y demás instituciones financieras, y a la falta de controles gubernamentales lo que llevó a un crecimiento exponencial en el mercado inmobiliario que derivó finalmente en la explosión de la famosa burbuja inmobiliaria.

En su momento, no solamente se dispararon culpas y acusaciones a los bancos por su irresponsable actitud, sino también a los gobiernos por no haber regulado una industria que crecía sin parar y de forma insustentable año tras año.

Y seamos honestos, al fin y al cabo, ningún gobierno en su sano juicio iba a querer regular un mercado en donde todos estaban felices y contentos: por un lado había millones de personas adquiriendo casas valuadas en millones de dolares (casas que en circunstancias normales jamás podrían haber solventado con sus modestos ingresos), y por otro los bancos haciendose de billones en tasas y comisiones.

Coincidentalmente luego de que explotó la burbuja inmobiliaria, veíamos como una nueva generación (los millenials) crecían de la mano de nuevas redes sociales. Primero fue Facebook, luego Twitter hasta llegar a Instagram.

Al mismo tiempo que esta generación observaba como millones de familias perdían el sueño de la casa propia, iba creciendo uno nuevo, el de ser influencer y viajar por el mundo.

Desde entonces hemos observado incansablemente como estos nuevos jóvenes destinaban los ahorros de su vida no ya para comprar una casa sino para viajar y postear en Instagram.

El nacimiento de nuevas herramientas tecnologicas como sitios web que reemplazaron a las antiguas agencias de viajes, y el surgimiento de las aerolíneas low cost fue tan solo una consecuencia de lo que millones de nuevos consumidores jóvenes demandaban, más opciones por menor costo.

El crecimiento económico del enorme gigante asiático, China, fue tan solo el barril de nafta que faltaba para provocar el incendio.

Mientras que en 2008 China exportaba tan solo 44 millones de turistas al año, para 2018 esta cifra ascendía a 150 millones y contando.

20200629 141058 1024x964 - El futuro del turismo después de la pandemia. Too big to fail?

Y así fue como mientras explotaba una burbuja, nacía otra nueva. Algunos lo llamaron la democratización de los viajes, otros simplemente sobreturismo o turismo insustentable.

Venecia, Barcelona Amsterdam, y hasta el propio monte Eeverest son tan sólo algunos ejemplos de como este fenómeno transformaba de forma negativa el patrimonio natural, histórico, cultural y social de dichas ciudades producto del sobreturimo y la falta de controles.

Y llegamos al 2020, sin dudas al respecto, el turismo necesitaba una reforma. El problema, es que ningún gobierno en el mundo estaba dispuesto a dar el primer paso en medidas antipáticas que llevarían indiscutiblemente a una reducción de puestos de trabajo y el encarecimiento de algo tan deseado para millones como lo es viajar.

Cuando llegamos a Marzo una pandemia hizo lo que ningún otro gobierno pudo: paralizar por completo la industria, y forzarla a depurarse y recalcular.

Muchos destinos utilizaron estos últimos meses para pensar de cero que medidas podrían implementar para finalmente asegurar un número de turistas más sustentables.

Desde prohibir la instalación de alojamientos turísticos en el centro de Amsterdam, hasta la posible prohibición de cruceros en Venecia.

Talvez incluso diversificar el turismo a lo largo y ancho de un pais, porque seamos honestos, España tiene mucho más que ofrecer que tan solo Barcelona y Madrid, por ejemplo.

Se calcula que para cuando la industria turistica retome las actividades en el mundo se habrá contraído a los números del año 2015.

Para cuando todo vuelva a la normalidad, vacuna mediante, los cruceros definitivamente no serán los best sellers en la industria, los pasajeros buscarán mayor flexibilidad para cambios y devoluciones de reservas, se venderán mayor cantidad de seguros de asistencia al viajero, y muchisimos evitarán los lugares cerrados con grandes multitudes.

El turismo regional se incrementará por encima del internacional.

Las grandes hordas de turistas extranjeros no seguirán siendo tan bien vistas por la sociedad en general. Y los gobiernos no recibirán de tan buen agrado a dichos turistas.

En mi opinión la industria turística será objeto de la revolución más importante ya vista, más importante que la que experimentó de la mano de las redes sociales y sitios web de reservas y que el turismo sustentable llegó para quedarse.

El tiempo dirá si tengo razón, pero si hay algo que es seguro es que así como le mercado financiero no era Too Big to Fail allá por 2008, la industria turística tampoco lo fue en 2020.

XOXO,

Emilia